02/11/11
La decadencia del tren cumple medio siglo
Frondizi  gobernaba la Argentina bajo la orbita de los Estados Unidos. En el contexto de  lo que en ese entonces se llamó "la batalla del petróleo", se  adoptaron medidas para acentuar el diseño caminero generado por la Ley 11.658.  Es así como en 1959 se sanciona un decreto de reconversión automotriz, y se  contrata un equipo de expertos, para elaborar un plan de mediano y largo plazo  para los transportes. El jefe de ese equipo fue un general norteamericano de  apellido Larkin. Mucho se habla de este plan, aunque pocos lo han estudiado a  fondo. Lo que si queda claro es que el sistema ferroviario argentino aún padece  las repercusiones de su aplicación irregular en el tiempo. El plan proponía,  sin vueltas, la supresión de los servicios y ramales ferroviarios deficitarios,  y su reemplazo por el transporte automotor. Curiosamente por esos mismos años,  Richard Beeching, director de los Ferrocarriles Británicos, llevaba adelante un  plan similar, que contemplaba el cierre de numerosas líneas y su reemplazo por  ómnibus. Según un estudio realizado por Alfredo Armando Aguirre, fueron los  gremios ferroviarios lo que advirtieron los propósitos del plan, cual era el de  favorecer al complejo caminero automotriz en desmedro del sistema ferroviario y  de la navegación de cabotaje. Esa percepción fue el motivo de la gran huelga  ferroviaria de 1961, lucha que no impidió que se comenzaran a clausurar ramales  y a despedir personal. Formalmente el plan fue entregado a la administración Frondizi,  en febrero de 1962, pocas semanas antes de su derrocamiento. De los alrededor  de 45.000   kilómetros de vías (que llegaban a 50.000, si se les  agregaba los ferrocarriles económicos y la red tranviaria), el plan proponía  reducir la red a 29.000   kilómetros. Todo ello estaba consignado minuciosamente. Su  primera implementación determinó el levantamiento de 10.000 kilómetros  de vías en algunos ramales que no tienen aun explicación, como no fuera  favorecer al complejo caminero automotriz. Además, la densidad y calidad de los  servicios iba bajando ostensiblemente. Segunda vuelta La inspiración del Plan  Larkin, regresó durante los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999. Los  trabajadores ferroviarios volvieron a organizarse y resistieron las políticas  privatizadoras con la huelga de 1991 que duró 45 días. Bajo la consigna de “ramal que para, ramal  que cierra”, más de un millón de personas tuvieron que abandonar sus ciudades y  pueblos, miles de familias se desmembraron y cientos de localidades se  convirtieron en fantasmas hiriendo de muerte a las economías regionales. Por  eso, para muchos ferroviarios, la década de 1990 es definida como la del Plan Larkin  II, con clausura de ramales y franquicias en todo el país.  En la actualidad sólo funciona el 20% de los  ferrocarriles y el 80% de la carga es transportada por camiones. El modelo  automotor es seis veces más caro que el transporte ferroviario. La suspensión  del 80% de los trenes terminó en una tragedia porque todo el transporte de  carga y de pasajeros pasó a las rutas con las consecuencias lógicas de vidas  perdidas por accidentes de tránsito, contaminación, mayor ocupación del suelo,  y consumo de combustible. De 2003   a la fecha, el gobierno nacional propone un despertar de  los ferrocarriles. Varios ramales se abrieron, y otros seguramente lo harán en  un futuro cercano. Sin embargo, habrá que bregar mucho para enderezar aquella  curva descendente iniciada hace medio siglo por los consejos de Larkin. (El Cronista)
    
